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Los Golpistas de Mayo (página 2)




Enviado por walther Gahn



Partes: 1, 2, 3

Los fusilamientos, (por ejemplo al exvirrey Santiago
Liniers, líder de la reconquista y defensa frente a las
invasiones inglesas) las distintas batallas llevadas a cabo a lo
largo y a lo ancho del territorio durante más de 15
años, (contra los realistas y luego contra los nativos)
las innumerables expropiaciones y confiscaciones de bienes de la
oposición, (entre ella las confiscaciones de tierra a la
iglesia católica) con la excusa de auxiliar a la causa
"patriótica", el envío de cuerpos militares en
forma de expediciones armadas al interior, con el motivo de
"asegurar la libre elección" de los diputados para
conformar la Junta Grande.

(…)"Liniers y sus
compañeros fueron detenidos. La Junta de Buenos Aires
ordenó que fueran fusilados, pero Ocampo se negó,
por haber sido compañero de Liniers durante las invasiones
inglesas. La tarea fue asumida por Castelli, que cumplió
con la sentencia fusilándolo a Liniers y sus
cómplices el 26 de agosto de
1810"(…)[25]

Todos estos hechos, son muestra clara de que Mayo fue
más que figuritas muy bien logradas, representando los
miembros de la Primera Junta Gubernativa; Mayo fue la
imposición violenta de los intereses de una clase social
que se oponía al ya caduco régimen de monopolio.
Mayo fue la fiel expresión de la lucha de clases,
expresión que terminó con un feudalismo
centralizador y permitió la incorporación de
nuestro (en caso de América, en nuestras) economía
al mercado mundial, bajo el lema del laisser faire de la
escuela inglesa.

(…)" con la precisa indispensable
cualidad que, establecida la Junta, debería publicarse en
el término de quince días una expedición de
quinientos hombres para las provincias interiores, costeada con
la renta del Sr. Virrey, señores Oidores, Contadores
Mayores, Empleados de Tabacos, y otros que tuviese a bien
cercenar la Junta, dejándoles congrua suficiente para su
subsistencia. En la inteligencia de que esta era la voluntad
decidida del pueblo, y que con nada se conformaría que
saliese de ésta propuesta; debiéndose temer, en
caso contrario, resultados muy
fatales"(…)[26]

Este estrato recién citado son las palabras
escritas del Acta del 25 de Mayo, que al igual que su
carácter para nada conciliador, fue desvirtuado. Creemos
conveniente por ello, mostrar un documento poco conocido, e
intencionalmente ocultado por los déspotas que detentaron
y detentan el poder. Este documento ha pasado a la historia como
el Plan de Operaciones escrito por Mariano Moreno, secretario de
la Primera Junta de Gobierno.

Plan de
operaciones

Que el gobierno provisional de las Provincias Unidas del
Río de la Plata debe poner en práctica para
consolidar la grande obra de nuestra libertad e
independencia.

Señores de la Excelentísima Junta
Gubernativa de las Provincias Unidas del Río de la
Plata:

Volar a la esfera de la alta y digna protección
de V. E. los pensamientos de este Plan, en cumplimiento de la
honorable comisión con que me ha honrado, si no es
ambición del deseo, es a lo menos un reconocimiento de
gratitud a la Patria; ella solamente es el objeto que debe ocupar
las ideas de todo buen ciudadano, cuya sagrada causa es la que me
ha estimulado a sacrificar mis conocimientos en obsequio de su
libertad, y desempeño de mi encargo. Tales son los justos
motivos que al prestar el más solemne juramento ante ese
Superior Gobierno hice presente a V. E., cuando, en
atención a las objeciones que expuse, convencido de las
honras, protestó V. E. que nunca podrían
desconceptuarse mis conocimientos, si ellos no llegaban a llenar
el hueco de la grande obra. En esta atención y
cumplimiento de mi deber, sería un reo de lesa patria,
digno de la mayor execración de mis conciudadanos, indigno
de la protección y gracias que ella dispensa a sus
defensores, si habiéndose hecho por sus representantes en
mi persona, la confianza de un asunto en que sus ideas han de
servir para regir en parte móvil de las operaciones que
han de poner a cubierto el sistema continental de nuestra
gloriosa insurrección, no me desprendiese de toda
consideración aun para con la Patria misma, por lisonjear
sus esperanzas con la vil hipocresía y servil
adulación de unos pensamientos contrarios, que en lugar de
conducirla a los grandes fines de la obra comenzada, sólo
fuesen causa de desmoronar los débiles cimientos de ella;
y en esta virtud, el carácter de la comisión y el
mío, combinando un torrente de razones, las más
sólidas y poderosas, uniformando sus ideas, me estrechan
indispensablemente a manifestarme con toda la integridad propia
de un verdadero patriota.

La verdad es el signo más característico
del hombre de bien; la resignación, el honor y la grandeza
de ánimo en las arduas empresas, son las señales
más evidentes de un corazón virtuoso, verdadero
amante de la libertad de su patria; tales son los principios que
me he propuesto seguir para desenvolver el cúmulo de
reflexiones que me han parecido más conducentes para la
salvación de la Patria, en el presente plan, sin que
preocupación alguna política sea capaz de
trastornar ni torcer la rectitud de mi carácter y
responsabilidad.

El emprendimiento de la obra de nuestra libertad, a la
verdad, es tan grande, que por su aspecto tiene una similitud con
los palacios de Siam, que con tan magníficas entradas, no
presentan en su interior sino edificios bajos y débiles;
pero la Providencia que desde lo alto examina la justicia de
nuestra causa, la protegerá, sin duda, permitiendo que de
los desastres saquemos lecciones las más importantes.
Porque aunque algunos años antes de la instalación
del nuevo gobierno se pensó, se habló, y se
hicieron algunas combinaciones para realizar la obra de nuestra
independencia; ¿diremos que fueron medios capaces y
suficientes para realizar la obra de la independencia del Sud,
pensarlo, hablarlo y prevenirlo? ¿Qué sacrificios
hemos hecho, en qué emprendimientos, que sean suficientes
para que podamos tributarnos loores perpetuos por la preferencia
de la primacía? ¿Qué planos y combinaciones
han formado más laboriosas áreas, para evitar que
se desplome un edificio que sin pensar en la solidez que debe
estribar sus cimientos, queremos levantar con tanta
precipitación? Permítaseme decir aquí, que a
veces la casualidad es la madre de los acontecimientos, pues si
no se dirige bien una revolución, si el espíritu de
intriga y ambición sofoca el espíritu
público, entonces vuelve otra vez el estado a caer en la
más horrible anarquía. Patria mía,
¡cuántas mutaciones tienes que sufrir!
¿Dónde están, noble y grande Washington, las
lecciones de tu política? ¿Dónde las reglas
laboriosas de la arquitectura de tu grande obra? Tus principios y
tu régimen serían capaces de conducirnos,
proporcionándonos tus luces, a conseguir los fines que nos
hemos propuesto.

En esta verdad las historias antiguas y modernas de las
revoluciones nos instruyen muy completamente de sus hechos, y
debemos seguirlos para consolidar nuestro sistema, pues yo me
pasmo al ver lo que llevamos hecho hasta aquí, pero temo,
a la verdad, que si no dirigimos el orden de los sucesos con la
energía que es propia (y que tantas veces he hablado de
ella) se nos desplome el edificio; pues el hombre en ciertos
casos es hijo del rigor, y nada hemos de conseguir con la
benevolencia y la moderación; éstas son buenas,
pero no para cimentar los principios de nuestra obra; conozco al
hombre, le observo sus pasiones, y combinando sus circunstancias,
sus talentos, sus principios y su clima, deduzco, por sus
antecedentes, que no conviene sino atemorizarle y obscurecerle
aquellas luces que en otro tiempo será lícito
iluminarle; mi discurso sería muy vasto sobre esta
materia, y no creyéndolo aquí necesario, no trato
de extenderlo, pero deduciendo la consecuencia tendamos la vista
a nuestros tiempos pasados y veremos que tres millones de
habitantes que la América del Sud abriga en sus
entrañas han sido manejados y subyugados sin más
fuerza que la del rigor y capricho de unos pocos hombres;
véase pueblo por pueblo de nuestro vasto continente, y se
notará que una nueva orden, un mero mandato de los
antiguos mandones, ha sido suficiente para manejar miles de
hombres, como una máquina que compuesta de inmensas
partes, con el toque de un solo resorte tiene a todos en un
continuo movimiento, haciendo ejercer a cada una sus funciones
para que fue destinada.

La moderación fuera de tiempo no es cordura, ni
es una verdad; al contrario, es una debilidad cuando se adopta un
sistema que sus circunstancias no lo requieren; jamás en
ningún tiempo de revolución, se vio adoptada por
los gobernantes la moderación ni la tolerancia; el menor
pensamiento de un hombre que sea contrario a un nuevo sistema, es
un delito por la influencia y por el estrago que puede causar con
su ejemplo, y su castigo es irremediable.

Los cimientos de una nueva república nunca se han
cimentado sino con el rigor y el castigo, mezclado con la sangre
derramada de todos aquellos miembros que pudieran impedir sus
progresos; pudiera citar los principios de la política y
resultados que consiguieron los principales maestros de las
revoluciones, que omito el hacerlo por ser notorias sus historias
y por no diferir algunas reflexiones que se me ofrecen "acerca de
la justicia de nuestra causa, de la confianza que debemos tener
en realizar nuestra obra, de la conducta que nos es más
propicia observar, como igualmente de las demás
máximas que podrán garantizar nuestros
emprendimientos".

En esta atención, ya que la América del
Sud ha proclamado su independencia, para gozar de una justa y
completa libertad, no carezca por más tiempo de las luces
que se le han encubierto hasta ahora y que pueden conducirla en
su gloriosa insurrección. Si no se dirige bien una
revolución, si el espíritu de intriga,
ambición y egoísmo sofoca el de la defensa de la
patria, en una palabra: si el interés privado se prefiere
al bien general, el noble sacudimiento de una nación es la
fuente más fecunda de todos los excesos y del trastorno
del orden social. Lejos de conseguirse entonces el nuevo
establecimiento y la tranquilidad interior del estado, que es en
todos tiempos el objeto de los buenos, se cae en la más
horrenda anarquía, de que se siguen los asesinatos, las
venganzas personales y el predominio de los malvados sobre el
virtuoso y pacífico ciudadano.

El caso y la fatalidad son las disculpas de la
indiscreción y la flaqueza. El hombre animoso hace salir a
luz los ocasos para utilizarlos, y sus enemigos son los que se
rinden al yugo de la fatalidad. El que tiene gran corazón,
espíritu y alma elevada, manda a la fortuna, o más
bien la fortuna no es sino la reunión de estas cualidades
poderosas, pero como su brillo amedrenta al vulgo y excita la
envidia, será feliz quien pueda hermanarlas con la
moderación que las hace excusables.

No admiremos la Providencia ni desconfiemos de ella,
recordando que de las fatalidades más desastradas, saca
las grandes e importantísimas lecciones que determinan el
destino del mundo. La mano dio luz al sol y a los astros, y hace
girar los cielos, humilla a veces los tronos, borra los imperios,
así como desde el polvo encumbra a lo sumo de la grandeza
a un mortal desconocido, demostrando al Universo que los
mortales, los imperios, los tronos, los cielos y los astros, son
nada en comparación de su poder.

Sentemos ante todo un principio: la filosofía que
reina en este siglo demuestra la ridiculez de la grandeza y las
contingencias a que está expuesta. La insubsistencia
perpetua y continuada de la corona de España, lo
está evidenciando; la familia real envilecida,
había ya dejado de serlo y perdido sus derechos; el 25 de
mayo de 1810, que hará célebre la memoria de los
anales de América, nos ha demostrado esto, pues hace
veinte años, que los delitos y las tramas de sus inicuos
mandones y favoritos le iban ya preparando este
vuelco.

Por mejor decir, no se la ha destronado ni derribado del
solio, sino que se la ha hundido debajo de las plantas; y
jamás pudo presentarse a la América del Sud
oportunidad más adecuada para establecer una
réplica sobre el cimiento de la moderación y la
virtud.

La familia de los Borbones estaba en el suelo, y ninguno
de sus cobardes amigos acudió a tiempo a darle la mano; no
era menester más que dejarla dormir y
olvidarla.

Así, pues, cuando las pasiones del hombre andan
sueltas, ¡cuán horrible, pero cuán
interesante, es el observarle! Entonces sale a lo claro lo
más escondido de su corazón, entonces la vista
puede seguir por las vueltas y revueltas de aquel laberinto
inescrutable los estragos del odio, los arrebatos de la
ambición, el desenfreno de la codicia, los ímpetus
de vanagloria y los proyectos de engrandecimiento.

Hay hombres de bien (si cabe en los ambiciosos el serlo)
que detestan verdaderamente todas las ideas de los gobiernos
monárquicos, cuyo carácter se les hace terrible, y
que quisieran, sin derramamiento de sangre, sancionar las
verdaderas libertades de la patria; no profesan los principios
abominables de los turbulentos, pero como tienen talento, algunas
virtudes políticas, y buen crédito, son otro tanto
más de temer; y a éstos sin agraviarlos (porque
algún día serán útiles) debe
separárselos; porque, unos por medrar, otros por
mantenerse, cuáles por inclinación a las tramas,
cuáles por la ambición de los honores, y el menor
número por el deseo de la gloria, o para hablar con
más propiedad, por la vanidad de la nombradía, no
son propios por su carácter para realizar la grande obra
de la libertad americana, en los primeros pasos de su
infancia.

A la verdad, me rebajaría de mi carácter y
del concepto que se tiene formado hacia mi persona si negase los
obstáculos e inconvenientes que atropellando mis deseos
desconsolaban mi ánimo, aunque concebía algunas
veces medios para allanarlos. Otros, en mi lugar, lejos de
confundirse transformarían, como hace la verdadera
destreza, los obstáculos en medios, hollarían los
estorbos, y aun los procurarían para complacerse en
superarlos; en fin, yo titubeé en medio de las mayores
dificultades, temiendo el empezar, y ansiando el acabar, excitado
por mi adhesión a la Patria, contenido por los
escrúpulos y agitado entre la esperanza del éxito y
el temor del malogro. En esta virtud, habiéndome hecho
cargo de todo, resolví entregarme a la marea de los
acontecimientos, porque las empresas arduas siempre presentan
grandes dificultades, y, por consiguiente, grandes remedios; pues
huir cuando se va a dar la batalla, no sólo es
cobardía sino aun traición; y en este estado me
puse en manos de la Providencia, a fin de que dirigiese mis
conocimientos acerca de la causa más justa y más
santa, pues si se malograse el fruto de mis intentos, la
recompensa, creo, quedaría cifrada en la gloria de
haberlos emprendido.

En cuya atención y consecuencia, la sensibilidad
y una extremada energía son los elementos más
grandes de la naturaleza y los más propios para realizar
una grande obra, porque entonces los ánimos generosos se
desenvuelven en medio de las más horrorosas tempestades,
aumentando sus fuerzas a proporción de los peligros que
los amenazan, y consiguientemente unos hombres de este
corazón son capaces de las acciones más heroicas, y
aun de conducir con su política las tramas más
largas y formales, donde se cifre la vida de un hombre y el
destino de un estado.

No se me podrá negar que en la tormenta se
maniobre fuera de regla, y que el piloto que salva el bajel, sea
como fuere, es acreedor a las alabanzas y a los premios; este
principio es indudable, máxime cuando se ciñe a la
necesidad absoluta como único medio para la
consecución de lo que se solicita.

Las máximas que realizan este plan y hago
presentes son, no digo las únicas practicables, sino las
mejores y más admisibles, en cuanto se encaminen al
desempeño y gloria de la lid en que estamos tan
empeñados. ¿Quién dudará que a las
tramas políticas, puestas en ejecución por los
grandes talentos, han debido muchas naciones la obtención
de su poder y de su libertad? Muy poco instruido estaría
en los principios de la política, las reglas de la moral,
y la teoría de las revoluciones, quien ignorase de sus
anales las intrigas que secretamente han tocado los gabinetes en
iguales casos: y, ¿diremos por esto que han perdido algo
de su dignidad, decoro y opinión pública en lo
más principal? Nada de eso: los pueblos nunca saben, ni
ven, sino lo que se les enseña y muestra, ni oyen
más que lo que se les dice.

En el orden moral, hay ciertas verdades
matemáticas en que todos convienen, así como todos
admiten los hechos incontestables de la física.
Pregúntesenos a cada uno qué figura tiene el sol, y
responderemos unánimes que redonda; pregúntesenos
también sobre los bienes de la esclavitud y males de la
libertad, y nos parecerán éstos preferibles a
aquéllos, porque siendo poco numerosos unos y otros,
queremos naturalmente la mayor suma de bienes, de la cual
sólo hay que separar una cantidad pequeña de
males.

Pero cuando vengamos a los medios de formar la mayor
suma de estos bienes, y la segregación más
considerable de estos males, entonces falta la unanimidad, el
problema divide las opiniones y los debates comienzan.

Tal sería el estado en que nos
encontraríamos, si no nos uniesen generalmente los
intereses de la Patria; ¿y quién de vosotros,
señores, sería capaz de poner en cuestión la
libertad y felicidad de ella, no teniendo sino unos conocimientos
superficiales de las causas secretas de la revolución?
¿Acaso se necesitó más fortaleza el 25 de
mayo de 1810, para derribar los colosos de la tiranía y
despotismo; que se necesita para erigir los cimientos de nuestro
nuevo edificio? Desembarácese el suelo de los escombros,
quiero decir; concluyamos con nuestros enemigos, reformemos los
abusos corrompidos y póngase en circulación la
sangre del cuerpo social extenuado por los antiguos
déspotas, y de este modo se establecerá la santa
libertad de la Patria.

Y en consecuencia creería no haber cumplido,
tanto con la comisión con que se me ha honrado, como con
la gratitud que debo a la Patria, si no manifestase mis ideas
según y como las siente el corazón más
propias, y los conocimientos que me han franqueado veinticinco
años de estudio constante sobre el corazón humano,
en cuyo, sin que me domine la vanidad, creo tener algún
voto en sus funciones intelectuales; y por lo contrario, si
moderando mis reflexiones no mostrase los pasos verdaderos de la
felicidad, sería un reo digno de la mayor
execración; y así no debe escandalizar el sentido
de mis voces, de cortar cabezas, verter sangre y sacrificar a
toda costa, aun cuando tengan semejanza con las costumbres de los
antropófagos y caribes. Y si no, ¿por qué
nos pintan a la libertad ciega y armada de un puñal?
Porque ningún estado envejecido o provincias, pueden
regenerarse ni cortar sus corrompidos abusos, sin verter arroyos
de sangre.

Hablemos con franqueza: hasta ahora sólo hemos
conocido la especulativa de las conspiraciones, y como tal cuando
tratamos de pasar a la práctica nos amilanamos. Pues no;
no son éstas las lecciones que nos han enseñado y
dado a conocer los maestros de las grandes revoluciones;
fíjese la vista sobre los anales de las historias del
Norte, de la Francia, etc., y aun de la misma España, y se
observará las tramas y astucias políticas,
únicamente dirigidas a conseguir por todo camino aquellos
fines a que han aspirado.

Se ha repetido muchas veces, que la necesidad es madre
de la industria, y que su carácter halagüeño,
pintado con los bellos colores de una filosofía sutil,
invierte su estudio y destreza por medio de la seducción y
la intriga, teniendo a veces su origen más o menos noble,
según las circunstancias.

Últimamente, demos un carácter más
solemne a nuestro edificio, miremos sólo a la Patria, y
cuando la Constitución del Estado afiance a todos el goce
legítimo de los derechos de la verdadera libertad, en
práctica y quieta posesión, sin consentir abusos,
entonces resolvería el Estado Americano el verdadero y
grande problema del contrato social; pues establecer leyes cuando
han de desmoronarse al menor ímpetu de un blando
céfiro, depositándolas dentro de un edificio, cuyos
cimientos tan poco sólidos no presentan aún
más que vanas y quiméricas esperanzas, exponiendo
la libertad de la Patria, la impotencia, que quizá al
menor impulso de nuestros enemigos, envolviéndonos en
arroyos de sangre, tremolen otra vez sobre nuestras ruinas el
estandarte antiguo de la tiranía y despotismo; y por la
debilidad de un gobierno se malograría entonces las
circunstancias presentes, y más favorables a una atrevida
empresa, que se inmortalizaría en los anales de
América, y desvanecidas nuestras esperanzas
seríamos víctimas del furor y de la
rabia.

Y en consecuencia de todo lo expuesto, pasando ya a la
exposición de los artículos que contiene la
comisión de mi cargo, por el orden y según instruye
su contenido, dice:

Artículo 1°- En cuanto a la conducta
gubernativa más conveniente a las opiniones
públicas, y conducente a las operaciones de la dignidad de
este Gobierno, debe ser las que instruyen las siguientes
reflexiones:

1ª Sentado el principio que en toda
revolución hay tres clases de individuos: la primera, los
adictos al sistema que se defienden; la segunda, los enemigos
declarados y conocidos; la tercera, los silenciosos espectadores,
que manteniendo una neutralidad, son realmente los verdaderos
egoístas; bajo esta suposición, la conducta del
Gobierno en todas las relaciones exteriores e interiores, con los
puertos extranjeros y sus agentes o enviados públicos y
secretos, y de las estratagemas, proposiciones, sacrificios,
regalos, intrigas, franquicias y demás medios que sean
menester poner en práctica, debe ser silenciosa y
reservada, con el público, sin que nuestros enemigos, ni
aun la parte sana del pueblo, lleguen a comprender nada de sus
enemigos exteriores e interiores podrían rebatirnos las
más veces nuestras diligencias; lo segundo, porque
además de comprometer a muchos de aquellos instrumentos de
quienes fuese preciso valernos ocasionándoles su ruina,
también perderíamos la protección de tales
resortes para en lo sucesivo, y lo que es más, la
opinión pública; y lo tercero, porque mostrando
sólo los buenos efectos de los resultados de nuestras
especulaciones y tramas, sin que los pueblos penetren los medios
ni resortes de que nos hemos valido, atribuyendo éstos sus
buenos efectos a nuestras sabias disposiciones, afianzaremos
más el concepto público, y su adhesión a la
causa, haciendo que tributen cada día mayor respeto y
holocausto a sus representantes; y así obviaremos
quizá las diferentes mutaciones a que está expuesto
el Gobierno.

2ª A todos los verdaderos patriotas, cuya conducta
sea satisfactoria, y tengan dado de ella pruebas relevantes, si
en algo delinquiesen, que no sea concerniente al sistema,
débese siempre tener con éstos una
consideración, extremada bondad: en una palabra, en tiempo
de revolución, ningún otro debe castigarse, sino el
de incidencia y rebelión contra los sagrados derechos de
la causa que se establece; y todo lo demás debe
disimularse.

3ª En todos los empleos medios, después que
se hallen ocupados por éstos, la carrera de sus ascensos
debe ser muy lenta, porque conceptuando que el establecimiento
radicado de nuestro sistema, es obra de algunos años,
todos aspirarían a generales y magistrados; y para obviar
esto deben establecerse premios, como escudos, columnas,
pirámides, etc., para premiar las acciones de los
guerreros, y adormecer con estos engaños a aquellos
descontentos que nunca faltan, y exigen por su avaricia
más de lo que merecen. ¿Pues en qué se
perjudica a la Patria que un ciudadano lleve el brazo lleno de
escudos, ni que su nombre esté escrito en un paraje
público, cuando de ello no resulta gravamen al erario? Y
así con éstos debe ser la conducta según y
como llevo referido.

4ª Con los segundos debe observar el Gobierno una
conducta muy distinta, y es la más cruel y sanguinaria; la
menor especie debe ser castigada, y aun en los juicios
extraordinarios y asuntos particulares debe siempre preferirse el
patriota, porque, siendo una verdad el ser amante a su patria, es
digno a que se le anteponga, y se forme de él no
sólo el mejor concepto, sino que también se le
proporcione la mejor comodidad y ventajas: es lo primero; y lo
segundo, porque aprisionando más su voluntad, se gana un
partidario y orador que forma con su adhesión una parte
sólida de su cimiento.

5ª Igualmente con los segundos, a la menor
semiprueba de hechos, palabras, etc., contra la causa, debe
castigarse con pena capital, principalmente cuando concurran las
circunstancias de recaer en sujetos de talento, riqueza,
carácter, y de alguna opinión; pero cuando recaiga
en quienes no concurran éstas, puede tenerse alguna
consideración moderando el castigo; pero nunca haciendo de
éstos la más mínima confianza, aun cuando
diesen las pruebas más relevantes y aun cuando se
desprendiesen de la mitad de sus intereses, hasta tanto no
consolidar nuestro sistema sobre bases fijas y estables; que
entonces sí, a los que se hubiesen distinguido con
servicios particulares se les debe atender, y, formando de ellos
el concepto a que son acreedores, participarles el
premio.

6ª En los mismos términos, como la conducta
de estos segundos y su adhesión contraria a nuestra causa
es radicalmente conocida, sin embargo, el Gobierno debe, tanto en
la Capital como en todos los pueblos, a proporción de su
extensión, conservar unos espías no de los de
primer ni segundo orden, en talentos y circunstancias, pero de
una adhesión conocida a la causa, a quienes
indistintamente se les instruya bajo de secreto,
comisionándolos para que introduciéndose con
aquellas personas de más sospecha, entablando
comunicaciones, y manifestándose siempre de un modo
contrario de pensar a la causa que se defiende, traten de
descubrir por este medio los pensamientos de nuestros enemigos y
cualesquiera tramas que se pudieran intentar; y a éstos
débase agraciarlos con un corto sueldo mensual,
instruyéndolos como he referido, bajo de ciertas
restricciones que se les debe imponer; éstos no han de
obtener ningún empleo o cargo alguno, ni aun el de
soldado, pues este solo carácter sería suficiente
para frustrar los intentos de este fin.

7ª Consiguientemente cuantos caigan en poder de la
Patria de estos segundos exteriores e interiores, como
gobernadores, capitanes generales, mariscales de campo,
coroneles, brigadieres, y cualesquiera otros de los sujetos que
obtienen los primeros empleos de los pueblos que aún no
nos han obedecido, y cualesquiera otra clase de personas de
talento, riqueza, opinión y concepto, principalmente las
que tienen un conocimiento completo del país, situaciones,
caracteres de sus habitantes, noticias exactas de los principios
de la revolución y demás circunstancias de esta
América, debe decapitárselos lo primero, porque son
unos antemurales que rompemos de los principales que se
opondrían a nuestro sistema por todas caminos; lo segundo,
porque el ejemplo de estos castigos es una valla para nuestra
defensa, y además nos atraemos el concepto público;
y lo tercero, porque la Patria es digna de que se le sacrifique
estas víctimas como triunfo de la mayor
consideración e importancia para su libertad, no
sólo por lo mucho que pueden influir en alguna parte de
los pueblos, sino que dejándolos escapar podría la
uniformidad de informes perjudicarnos mucho en las miras de las
relaciones que debemos entablar.

8ª Últimamente la más mera sospecha
denunciada por un patriota contra cualquier individuo de los que
presentan un carácter enemigo, debe ser oída y aun
debe dársele alguna satisfacción, suponiendo que
sea totalmente infundada, por sólo un celo
patriótico mal entendido, ya desterrándolo por
algún tiempo, más o menos lejos del pueblo donde
resida, o apropiándole otra pena, según la entidad
del caso, por un sinnúmero de razones que omito, pero una
de ellas es para que el denunciante no enerve el celo de su
comisión, vea que se tiene confianza, y se forma concepto
de su persona.

9ª En cuanto a los terceros individuos,
también será de la obligación del Gobierno
hacer celar su conducta, y los que se conozcan de talento y
más circunstancias, llamarlos, ofrecerles, proponerles y
franquearles la protección que tenga a bien el Gobierno
dispensarles, a proporción de empleos, negocios y
demás, sin dejar de atender a la clase de bienes que gozan
y la cantidad de sus caudales y trabas que los liguen, sin hacer
nunca una manifiesta confianza hasta penetrar sus intenciones y
su adhesión, practicándose esto por aquellos medios
que son más propios y conducentes.

10ª Asimismo la doctrina del Gobierno debe ser con
relación a los papeles públicos muy
halagüeña, lisonjera y atractiva, reservando en la
parte posible, todos aquellos pasos adversos y desastrados,
porque aun cuando alguna parte los sepa y comprenda, a lo menos
la mayor no los conozca y los ignore, pintando siempre
éstos con aquel colorido y disimulo más aparente; y
para coadyuvar a este fin debe disponerse que la semana que haya
de darse al público alguna noticia adversa, además
de las circunstancias dichas, ordenar que el número de
Gacetas que hayan de imprimirse, sea muy escaso, de lo que
resulta que siendo su número muy corto, podrán
extenderse menos, tanto en lo interior de nuestras provincias,
como fuera de ellas, no debiéndose dar cuidado alguno al
Gobierno que nuestros enemigos repitan y contradigan en sus
periódicos lo contrario, cuando ya tenemos prevenido un
juicio con apariencias más favorables; además,
cuando también la situación topográfica de
nuestro continente nos asegura que la introducción de
papeles perjudiciales debe ser muy difícil, en
atención a que por todos caminos, con las disposiciones
del Gobierno debe privarse su introducción.

11ª Los bandos y mandatos públicos deben ser
muy sanguinarios y sus castigos al que infringiere sus
deliberaciones muy ejecutivos, cuando sean sobre asuntos en que
se comprometan los adelantamientos de la Patria, para ejemplo de
los demás.

12ª Luego que algunos pueblos, tanto del
Perú, como de la Banda Oriental hayan sucumbido, se deben
ocupar aquellos primeros empleos por sujetos que, considerando en
ellos alguna reputación y talento, podría servir de
mucha extorsión su asistencia en esta Capital; y por lo
tanto debe separárselos con esta política, a fin de
obviar algunas convulsiones populares y mutaciones de gobierno, a
que está expuesta la Patria, por el partido de la
ambición.

13ª También deben darse los grandes empleos,
como generales, etc., a sujetos en quienes puedan concurrir las
mismas circunstancias explicadas ya en la reflexión
antecedente.

14ª Asimismo, cuando los sujetos que empleados en
los primeros cargos, como gobernadores de los pueblos, jefes de
divisiones, o generales, llegasen a obtener una grande
opinión y concepto, máxime los que gobiernan
fuerzas, debe precisarse con disimulo mandarlos de unos a otros o
con cualquier otro pretexto, llamándolos a la Capital,
separarlos de sus encargos por algún tiempo, haciendo
variar sus comisiones después, a fin de que como son los
que manejan las fuerzas, ayudados de la opinión y
concepto, no puedan cometer atentados que comprometan la
felicidad pública, de lo que causarían disensiones
intestinas y guerras civiles; lo mismo debe ejecutarse cuando la
opinión y concepto de los primeros empleados en todo ramo
claudique en los pareceres públicos, aunque sea sin causa
verdadera, dándoles luego el Gobierno una
satisfacción secreta de las causas que han dado margen a
retirarlos de sus empleos; y, sin perjudicar su mérito,
emplearlos en oportunidad con variación de
destino.

15ª Siendo los magistrados, justicia, tribunales y
demás autoridades, el antemural y sostén de los
respetos públicos, donde algunas veces, cuando son
ocupados por hombres corrompidos, y llenos de vicios, se acogen
los tumultuosos, prevaliéndose de la protección y
respecto para alguna trama, o deliberaciones; se debe precaver
que dichos tribunales, justicias, magistrados y demás
empleos sean ocupados por personas de nuestra entera
satisfacción, quienes instruidos de nuestras ideas en la
parte que les toque, nos sean adictos para estorbar el apoyo de
los ambiciosos y perturbadores del orden público, y
además prever cualquiera atentación contra las
autoridades del Gobierno, que resulte en perjuicio de la causa,
observándose siempre la política que debe guardarse
con respecto a la reclamación pública, por
opinión y concepto; adoptándose, cuando no haya
otro, el medio del mal el menos.

16ª A todos los oficiales y militares (no siendo de
aquellos muy conocidos que tengan acreditado ya su patriotismo),
no debe despreciárselos y acomodándolos
despacharlos fuera de la Capital, a las campañas del
Perú, o la Banda Oriental.

17ª En los mismos términos, débese
sin recelo dar empleos a todos los extranjeros, según el
mérito o talento de cada uno, pues es creíble que
éstos si no por patriotismo, a lo menos por el
interés que les resulte, serán fidedignos en la
confianza que de ellos se haga.

18ª Por consiguiente, el Gobierno debe tratar, y
hacer publicar con la mayor brevedad posible, el reglamento de
igualdad y libertad entre las distintas castas que tiene el
Estado, en aquellos términos que las circunstancias
exigen, a fin de, con este paso político, excitar
más los ánimos; pues a la verdad siendo por un
principio innegable que todos los hombres descendientes de una
familia están adornados de unas mismas cualidades, es
contra todo principio o derecho de gentes querer hacer una
distinción por la variedad de colores, cuando son unos
efectos puramente adquiridos por la influencia de los climas;
este reglamento y demás medidas son muy del caso en las
actualidades presentes.

19ª En la misma forma debe tratarse sobre el
reglamento de la prohibición de la introducción de
la esclavatura, como asimismo de su libertad, con las
circunstancias que tenga a bien establecerla, pero siempre
protegiendo a cuantos se acojan a nuestras banderas,
declarándolos libres, a los unos, si sus amos fueren del
partido contrario, y a los otros, rescatándolos con un
tanto mensual de los sueldos que adquieran en la milicia, para de
esta forma no descontentar a sus amos, pues es evidente que
tocando al hombre en sus intereses claudica no sólo el
patriotismo sino la buena fe y demás circunstancias que lo
adornan; lo que me franquea decir que si los fondos del erario
fueran suficientes para los gastos del Estado, hasta radicar su
establecimiento, yo respondería con mi cabeza de la
seguridad de nuestra libertad, en la mitad del tiempo que de otra
manera necesitaremos.

20ª Últimamente, el misterio de Fernando es
una circunstancia de las más importantes para llevarla
siempre por delante, tanto en la boca como en los papeles
públicos y decretos, pues es un ayudante a nuestra causa
el más soberbio; porque aun cuando nuestras obras y
conducta desmientan esta apariencia en muchas provincias, nos es
muy del caso para con las extranjeras, así para
contenerlas ayudados de muchas relaciones y exposiciones
políticas, como igualmente para con la misma
España, por algún tiempo, proporcionándonos,
con la demora de los auxilios que debe prestar, si resistiese, el
que vamos consolidando nuestro sistema, y consiguientemente nos
da un margen absoluto para fundar ciertas gestiones y argumentos,
así con las cortes extranjeras, como con la España,
que podremos hacerles dudar cuál de ambos partidos sea el
verdadero realista; estas circunstancias no admiten aquí
otra explicación, por ser muy extensa, y fuera del orden a
que se propone este plan, cuyas máximas daré por
separado en otras instrucciones, luego que concluya la obra que
trata de éstas y otras, titulada: Intereses generales de
la Patria y del Estado Americano; además, que aun para
atraernos las voluntades de los pueblos, tampoco no sería
oportuno una declaración contraria y tan fuera de tiempo,
hasta que radicalmente no sentemos nuestros principios sobre
bases fijas y estables y veamos los sucesos de la España
la suerte que corren.

Art. 2° – En cuanto al medio más
adecuado y propio a la sublevación de la Banda Oriental
del Río de la Plata, rendición de la plaza de
Montevideo y demás operaciones a este fin, son las
siguientes:

1ª En cuanto a los principios de esta empresa, son
muy vastos y dilatados, no los principios ni los medios, sino los
fines de sus operaciones, porque, a la verdad, es la plaza de
Montevideo el único baluarte que considero se
opondrá en gran parte a nuestros designios, mediante a que
no se logró ya el golpe premeditado, conforme se
proyectó el día 12 de agosto del presente
año, bajo la dirección del comandante de
infantería ligera de aquella plaza, don Prudencio
Murgiondo, y máxime cuando no tenemos una marina capaz y
superior a la que tiene la plaza de Montevideo, que entonces
bloqueándola por mar y estrechándola por tierra con
una fuerza suficiente, evidentemente aseguro que no
necesitaríamos, en caso semejante, más planes y
combinaciones para su rendición; pero, como la suerte no
cuadra completa, es preciso no abandonándonos, premeditar
los medios más conducentes.

2ª En esta inteligencia, sentado por principio
innegable que una grande obra nunca se comenzó por sus
extremidades, y que cuanto más sólido es su
cimiento, más perfecta es su conclusión: en esta
virtud, no es el golpe el que debe dirigirse primero a la plaza
de Montevideo, es realmente a los pueblos de su campaña, y
en esta suposición, es más fácil disuadir y
persuadir a diez que a ciento, y batir a veinte mil individuos
detallados que a diez mil en masa; en consecuencia de estas
exposiciones, habiéndose comunicado ya a los Comandantes
militares y Alcaldes de los pueblos de la Banda Oriental el
anuncio de la instalación de la junta Gubernativa, a
nombre del señor don Fernando VII, en esta Capital, es
preciso que se capte la voluntad de aquéllos y de los
eclesiásticos de todos los pueblos, ofreciéndoles
la beneficencia, favor y protección, encargándoles
comisiones y honrándolos con confianza y aun con algunos
meros atractivos de interés, para que, como padres de
aquellos pequeños establecimientos, donde se han dado a
estimar, hecho obedecer y obtenido opinión, sean los
resortes principales e instrumentos de que nos valgamos, para que
la instrucción de nuestra doctrina sea proclamada por
ellos, tenga la atención y el justo fruto que se
solicita.

3ª Además, debe pedirse a los alcaldes,
comandantes y curas de los pueblos, unas listas de los sujetos
más capaces y de más probidad, talento y respeto,
con las demás circunstancias de sus caudales y clases de
ellos, que sean capaces de poderlos ocupar en asuntos del
servicio, y en la misma forma a éstos se les debe agasajar
y atraer, despachándoles títulos de oficiales, y
proveyendo en ellos algunos cargos de los que se supriman a
aquellos que no sean de la opinión de los pueblos,
pidiéndose al mismo tiempo a dichas justicias una
relación de todos los europeos, y sus circunstancias, los
que obtienen encargos o no, y los que son o dejan de ser del
concepto y opinión pública.

4ª Luego, inmediatamente, debe determinarse que los
alcaldes, partidarios y demás jueces de la campaña
publiquen por bando, con toda forma la más solemne, que se
les remitirá de este Gobierno, la disposición de
que todos los desertores, de cualquier regimiento, tiempo y
cualesquiera circunstancias que hayan precedido al tiempo de su
deserción, presentándose dentro de un
término fijado, serán indultados y perdonados,
abonándoles su tiempo y borrándoles de sus
filiaciones toda nota, si quisieren continuar en el servicio; y
para el efecto serán despachados a esta Capital, con una
papeleta, por el juez del partido donde se hubieren presentado,
costeándoles su viaje de los fondos de arbitrios de los
mismos pueblos.

5ª En la misma forma, como he referido, debe irse
haciendo publicar las demás providencias con alguna
lentitud, sin mostrar de golpe el veneno a los pueblos
envejecidos en sus costumbres antiguas; y así, luego deben
de hacerse fijar edictos en todos los pueblos y su
campaña, para que cualquiera delincuente de cualquiera
clase y condición que haya sido su delito, y que hubieren
causas abiertas en los respectivos tribunales,
presentándose y empleándose en servicio del Rey,
quedarán exentos de culpa, pena y nota,
entregándoseles las mismas causas para que no quede
indicio alguno, bajo el concepto de que a cada uno se le
empleará conforme a sus talentos y circunstancias; y en
este caso, se previene a los alcaldes y demás jueces
remitan una información del concepto que entre la gente
vaga y ociosa tiene cada individuo de éstos, igualmente de
su valor, influencia que tienen, talento y conocimientos
campestres, para distinguirlos en los puestos de oficiales y
otros cargos; que a éstos y otros muchos de quienes es
preciso valernos, luego que el Estado se consolide se apartan
como miembros corrompidos que han merecido la aceptación
por la necesidad.

6ª Al mismo tiempo de darse estos pases, deben
mandarse algunos agentes a cada pueblo, de conocimiento y con las
instrucciones necesarias que sean del caso, sin que propaguen de
golpe las especies de su misión, mandándolos
recomendados a las casas más principales, y de los jueces,
tanto para observar la conducta de éstos, como para
sembrar la benevolencia y buenas disposiciones del nuevo
gobierno, lo justo de él, su actividad en los negocios,
los fines santos de conservar a nuestro Soberano el preciso
destino de la América del Sud, la felicidad que nos
promete, la igualdad y demás beneficios de un gobierno
sabio y benéfico; pero al mismo tiempo pintándoles
la lucha de nuestra España, el gran poder de
Napoleón, las pocas disposiciones y recursos y la ninguna
esperanza que le quedan a la infeliz España, de cuyos
resultados será indispensable su total exterminio; y que
los debates de algunos pueblos de lo interior con la Capital, son
sólo procedidos de la avaricia y ambición al mando,
queriendo negarle un derecho tan antiguo y de preferencia;
suponiendo al mismo tiempo que se dirigían las miras de
aquellos antiguos gobernantes hacia la entrega a Napoleón,
y esto siempre con Fernando en la boca, que igualmente el haber
quitado algunos jefes y castigándolos, es porque
habiéndoseles encontrado contestaciones con la Francia,
trataban de intrigar y adherir hacia las miras inicuas de
Napoleón: y que relativo a estas consecuencias, se
había descubierto que las tropas que se habían
desarmado en el año de 809, fue ya con designio de apocar
las fuerzas y extenuar el Estado, con relación a las miras
de entrega, cuyas tropas trataba el nuevo gobierno de volver a
armar bajo de mejor pie y disciplina; éstas y otras
disposiciones políticas daré por separado en la
obra anunciada, pues éste sólo es un bosquejo de lo
que debe observarse, y a estos agentes debe
señalárseles un sueldo competente para la
subsistencia, con la esperanza de atender sus servicios
oportunamente.

7ª Puesta la campaña en este estado, y
surtiendo el efecto que se promete por el régimen de estas
operaciones, llenándola de papeles públicos,
seductivos y lisonjeros, que deben remitirse todas las semanas, y
captados los ánimos de sus habitantes, sería muy
del caso atraerse a dos sujetos por cualquier interés y
promesas, así por sus conocimientos, que nos consta son
muy extensos en la campaña, como por sus talentos,
opinión, concepto y respeto, como son los del
capitán de dragones don José Rondeau y los del
capitán de blandengues don José Artigas; quienes,
puesta la campaña en este tono, y concediéndoseles
facultades amplias, concesiones, gracias y prerrogativas,
harán en poco tiempo progresos tan rápidos, que
antes de seis meses podría tratarse de formalizar el sitio
de la plaza, pues al presente, para emprender estas ideas, no
deben hacerse con una fuerza armada, por lo que puede argüir
la maldad de algunos genios, cuando esta empresa no ofrece
ningún riesgo y nos consta muy bien que las fuerzas de
Montevideo no pasan de ochocientos hombres, y que todavía
allí no se han tomado providencias para armar a sus
habitantes, y que su gobernador es tan inepto, que ni aun es para
gobernarse a sí mismo, y que dicha guarnición no es
ni suficiente para guardar la plaza de los atentados que nuestro
partido pudiera emprender, por los recelos que deben causarle
nuestras observaciones.

8ª Además, teniendo, como he dicho,
espías en los pueblos, comunicando éstos todas las
noticias particulares y verdaderas que ocurran de cualquiera
clase que sean, debe también tener el Gobierno en esta
Capital seis u ocho sujetos que se empleen en escribir cartas
anónimas, ya fingiendo o suplantando nombres y firmas
supuestas, tanto para la plaza de Montevideo, como para la
campaña, en que su contenido, v. gr., sea el siguiente:
Debe suponerse, en su sentido, que se ha recibido cartas de
alguien, a quien se contesta; en ellas se ha de expresar el acuse
de recibo de aquellas noticias que se han tenido verdaderas, por
los agentes, para dar un color sublime a la apariencia,
suponiendo igualmente diversidad de impostura, ya de que queda
orientado, de que le comunicará todas las operaciones
públicas y secretas, o ya de que conoce su patriotismo
acerca de la causa de la Patria, de cuyo queda satisfecha el
Gobierno, o ya de ofertas que se suponga haya hecho, y otras
cartas sean mandadas por diferentes conductos, cuando se
proporcione, con encargo reservado de manifestarlas y hacerlas
interceptar por los gobernadores, satélites y demás
justicias de Montevideo, ya porque por el tribunal de vigilancia
o por el gobierno, han de ser abiertas, las cuales con
apariencias de unas demostraciones tan convincentes, por muchas
razones que expongan aquellos sujetos a quienes se dirigen dichas
cartas, y aunque juren no conocer semejantes firmas, y protesten
que son imposturas, últimamente, por muchos alegatos que
expongan, nunca podrá dejar el gobierno de parar su
atención, y mirarlos como sospechosos, cuando aparezcan a
la vista comprobados unos datos tan positivos con cosas
verídicas, como, v. gr., el acuse de noticias y
disposiciones que el gobierno y las justicias han tomado de
antemano, real y verdaderamente, siendo conforme lo pintan las
cartas; de aquí resulta además que por mucho que se
le oculte al pueblo, no puede dejar éste de trascender
algo, y por cuya combinación indisponemos de esta forma
los ánimos del populacho con los de aquellos sujetos de
más carácter y caudales, a quienes se haya enviado
algunas de aquellas cartas, que podrían servir y ayudarles
en su empresa y con sus talentos o bienes, los que
viéndose vilipendiados y calumniados, no harán una
mitad de lo que podrían hacer en favor de aquélla,
y, tal vez, algunos, enconados sus espíritus, abandonando
o trayéndose consigo la parte de sus bienes que puedan
salvar, en las ocasiones que haya proporción, tomen el
partido de salirse afuera de la plaza, y venirse a nuestros
territorios; de lo que resulta infinidad de adelantamientos con
esta propagación de imposturas, y que cuantos más
hombres de caudales y adictos tengamos, más recursos se
nos presentan, y a nuestros enemigos muchos menos.

Para estos ardides nos franquea un margen absoluto la
diversidad de opiniones y divisiones en que están las
familias, pues unas son de un bando, otras de otro; y, por lo
tanto, se deben escribir las cartas de padres a hijos, de
tíos a sobrinos, de mujeres a maridos, etc., y
además por este orden, con cuya idea no puede dudarse,
logremos dividir los ánimos e indisponerlos de tal manera
que quizá causemos disensiones y convulsiones populares,
de que podemos sacar mucho fruto, sembrando entre ellos mismos la
semilla de la discordia y desconfianza.

9ª Las cosas, en el estado que la antecedente
reflexión menciona, presentan ya ocasiones que no deben
desperdiciarse, mandando inmediatamente a los pueblos del Uruguay
y demás principales de la campaña, una fuerza de
quinientos a seiscientos hombres con oficiales, sargentos, cabos
y demás, para que sirviendo de apoyo se vayan organizando
en los mismos pueblos algunos escuadrones de caballería y
cuerpos de infantería, teniéndose presente el
haberse atraído ya a nuestro partido honrándolos
con los primeros cargos, a un Barde, negro, a un Baltasar Bargas,
o a los hermanos y primos de Artigas, a un Benavídez, a un
Vázquez, de San José, y a un Baltasar Ojeda, etc.,
sujetos que, por lo conocido de sus vicios, son capaces para
todo, que es lo que conviene en las circunstancias, por los
talentos y opiniones populares que han adquirido por sus hechos
temerarios: y después de éstos aquellos de quienes
se tenga informe por los jueces, y lo que éstos mismos
propongan, para que yéndose formando algunos cuerpos de
tropas e instruyéndose en el arte militar,
mandándoles de aquí todo lo que fuera menester, se
alisten y comiencen a hacer algunas correrías, y a hacerse
obedecer a la fuerza, y no a las consideraciones.

10ª Ya alarmados los pueblos y unidas las fuerzas
en masa, mandando de aquí los jefes y una mitad de
oficiales, a lo menos, de los más instruidos, que se
hallan agregados en los tercios de esta Capital
uniformándolos y pagándoles sus sueldos corrientes,
se podrá comenzar a invadir y adelantar terreno hacia la
plaza de Montevideo, para ir alarmando, y protegiendo el sistema
de aquellos pueblos inmediatos que están bajo la
garantía de aquélla, proveyéndoles al mismo
tiempo de trenes, tiendas de campaña y demás
necesario.

11ª Ya en este caso, ningunos podrán ser
más útiles para los adelantamientos de esta
empresa, que don José Rondeau, por sus conocimientos
militares adquiridos en Europa, como por las demás
circunstancias expresadas, y éste para general en jefe de
toda la infantería; y para la caballería, don
José Artigas, por las mismas circunstancias que obtiene
con relación a la campaña; y verificándose
estas ideas, luego inmediatamente debe de mandarse de esta
Capital el número de tres a cuatro mil hombres de tropa
arreglada, con la correspondiente plana mayor de oficiales para
el ejército, de conocimientos, talentos y adhesión
a la Patria, con el plan de combinaciones y operaciones militares
que deben observar, con las amplias facultades de obrar en todo
lo demás según les pareciere más adecuado a
sus conocimientos y circunstancias.

Nota. -Queda de mi cargo presentar un plan de las
instrucciones militares que deben regir las operaciones de la
campaña que se haga para la rendición de
Montevideo, con todas las circunstancias más posibles para
asegurar toda su campaña a nuestro favor en poco
tiempo.

12ª Los hacendados que por seguir el partido
contrario abandonasen sus casas, criados y haciendas, se les
llamará por edictos públicos, y si a los terceros
no compareciesen, se considerarán sus haciendas, ganados,
caballadas y demás que sean de su pertenencia, como bienes
legítimos de la patria y servirán para la
manutención del ejército en la dicha
campaña.

13ª Además, con las proclamas seductivas,
halagüeñas y lisonjeras con las frases de Libertad,
Igualdad y Felicidad, se les estimulará a que concurran
los vecinos de la Banda Oriental con aquellos auxilios de carros,
carretas, caballadas, boyadas y otros que sean menester para el
tránsito y conducción de las divisiones del
ejército en sus marchas, entusiasmándolos con
papeles y certificados de buenos servidores, que se les
dará por los jefes de destacamentos y demás
oficiales a quienes auxiliasen, a nombre del Gobierno Superior,
mandándose de aquí en medios pliegos de papel,
documentos impresos, dejándose los correspondientes
blancos para llenarlos con las correspondientes circunstancias
que sean del caso, y si se denegasen a prestar aquellos auxilios
correspondientes, se les hará comprender que se les
tendrá por malos servidores y sospechosos a la causa que
se defiende.

14ª Luego, en el acto de rendirse la plaza de
Montevideo, todo buque grande y pequeño, y cualquier
flotante de cualquier clase y condición que sea, no siendo
inglés, portugués, americano, o de otra cualquier
nación de las amigas o neutrales, o de individuos que
tengan dadas pruebas de adhesión a la causa, por hechos u
otras circunstancias, aun cuando existan dentro de la plaza de
Montevideo, todos los demás serán confiscados a
beneficio del Estado, comprendiéndose asimismo todo buque
español que se halle en la bahía de dicho puerto,
con sus cargamentos y resultados, aun cuando sean sus
dueños individuos que justifiquen no haber intervenido en
favor ni en contra, mediante a que son los principales enemigos
contra quienes hacemos la guerra, en defensa de nuestra
libertad.

l5ª Todas las fincas, bienes raíces y
demás de cualquiera clase, de los que han seguido la causa
contraria, serán secuestrados a favor del erario
público; igualmente los bienes de los españoles en
quienes concurran las circunstancias expresadas en la
reflexión antecedente.

16ª Igualmente deben ser secuestrados todos los
bienes de todos los individuos de cualquiera clase y
condición que sean, que se hayan hallado dentro de la
plaza de Montevideo, al tiempo de su asalto o evacuación,
exceptuando los de aquellos que dejo explicados ya en la
reflexión número 14; y en la misma forma
será exceptuada la parte de bienes que toque a los hijos o
herederos forzosos de los individuos que se hayan encontrado
dentro de la plaza y que les quepa la fuerza de la ley, si
aquéllos han seguido nuestra causa, en servicio o no,
habiéndose hallado fuera de la plaza, dándoles y
poniéndolos en posesión de la parte que les toque,
se confiscará la parte paterna o materna, y si madre o
padre se hubiesen hallado también fuera de la plaza,
sólo se confiscará la parte que pertenezca a
aquella persona que teniendo derecho forzoso, se hubiese hallado
dentro de la plaza, y consiguientemente se deja entender que no
podrán ser decomisados ningunos bienes que estando dentro
de la plaza pertenezcan a alguien que no exista en ella, y los
que hubiesen sido vendidos o embargados por el gobierno de
Montevideo, será nula y de ningún valor su venta, y
serán devueltos a sus legítimos dueños,
sufriendo este quebranto el que hubiese comprado.

17ª Serán desterrados todos los
españoles y patricios y demás individuos que no
hayan dado alguna prueba de adhesión a la causa con
antelación, y los extranjeros, si estando avecindados no
justificasen haberse mantenido neutrales, y serán
conducidos a los destierros de Malvinas, Patagones, y
demás destinos que se paliasen por conveniente.

18ª Todos los que después de sufrir la pena
de secuestro en la parte que le toque no quisiesen sufrir la de
destierro, que será de quince años, y fuesen aptos
para servir a la Patria en los ejércitos, se les
alistará, si voluntariamente quisieren, teniéndose
esta consideración con aquellos en quienes hayan
concurrido algunas circunstancias de atención, que con
aquellos, en quienes no concurran ningunos miramientos ni hayan
concurrido, se les alistará en los ejércitos,
detallándolos en diferentes regimientos, y será por
el término de quince años el tiempo de su
empeño. Los que no queriendo alistarse voluntariamente de
los ya referidos, siendo aptos, sin achaques, ni imposibilidad
alguna por edad ni otras circunstancias, serán destinados
a los trabajos públicos; y los que por imposibilidad,
achaques o edad no fuesen aptos, éstos serán
conducidos a los referidos destierros para que cumplan
únicamente su tiempo, sin agobiarles con prisiones ni
trabajo alguno y manteniéndolos con la ración
competente y demás necesario a las circunstancias que han
concurrido en sus personas, por cuenta de los fondos
públicos.

19ª Consiguientemente, con los gobernadores, jefes
de la plaza, plana mayor y demás magistrados y sujetos en
quienes concurran las circunstancias expresadas en la
reflexión 7°, artículo 1ª, mediante a las
causas que dicha reflexión instruye, se procederá
con arreglo a ella en todas sus partes.

20ª Después de tomar este orden los
acontecimientos, se pasará a tratar sobre las
órdenes que sean concernientes para aunar y tripular los
buques que fueren aptos para respeto, defensa y demás
operaciones que fueren necesarias, no tripulándolos con
marina española, para precaver cualquier accidente; e
igualmente se procederá por comisiones, que se
nombrarán por el Superior Gobierno, a la
realización de los remates de bienes, fincas,
raíces, despachándose para el efecto noticias a lo
interior de los pueblos, de sus cantidades o especies, para los
que quisieren entrar a los remates, por pequeñas o grandes
partes, exceptuándose esta cláusula con los bienes
que no sean movibles.

En la obra anunciada daré más pormenores,
otras máximas de las que pueden ser conducentes a este
artículo.

Art. 3° – En cuanto al método de las
relaciones que las Provincias Unidas deben entablar secretamente
en la España para el régimen de nuestra
inteligencia y gobierno, es el siguiente: lª Deben de
recogerse por la Excelentísima Junta, tanto del Cabildo de
esta Capital, como de todos los de la Banda Oriental y
demás interiores del Virreinato, actas o representaciones
que los dichos pueblos hagan a la autoridad que actualmente manda
en los restos de la España, en cuyas deben expresar las
resoluciones y firmeza con que, poniendo todos los medios
posibles, se desvelan para conservar los dominios de esta
América para el señor don Fernando VII y sus
sucesores, a quienes reconocen y reconocerán fiel y
verdaderamente en vista de la peligrosa lucha, y que sus
intenciones y fines legítimos no son ni serán
otros; que cualquier especie o informes dados por algunos jefes,
será una impostura que harán por fines privados;
que el haberlos suspendido de sus encargos ha sido por demasiado
celo de los pueblos, a cuya voz han tenido que sucumbir,
considerándolos a éstos como miembros creados por
el antiguo gobierno corrompido, llenos de vicios y traidores,
además de otros justos motivos que les han asistido por
incidentes y pruebas de infidelidad e intrigas, de cuyos
acontecimientos reservan, para su debido tiempo, documentos
justificativos y originales; que la América nunca se
halló en tanta decadencia como en el presente, por la poca
energía y mal gobierno: que el haber desarmado las
autoridades de la Capital el año antecedente los cuerpos o
tercios que se hallaban sobre las armas de los europeos, bajo de
otros pretextos que entonces se fingieron, y retirado la mayor
parte de las milicias que igualmente se hallaban en servicio, ha
sido descubierta esta trama, que no fue sino con concepto hacia
las miras capciosas que la autoridad reservaba, de entregar estos
países a Francia, según las correspondencias que se
han descubierto con ésta; que desde el gobierno del
último virrey se han arruinado y destruido todos los
canales de la felicidad pública, por la concesión
de la franquicia del comercio libre con los ingleses, el que ha
ocasionado muchos quebrantos y perjuicios; que igualmente
disensiones populares en algunos pueblos son únicamente la
causa de que dividiéndose las opiniones quieren negar no
solamente la obediencia a la Capital, sino aun a los mismos
magistrados de sus pueblos, por cuya circunstancia se han tomado
las precauciones del envío de algunas tropas a ellos para
castigar a los rebeldes que, queriendo formar partidos a la capa
de los antiguos magistrados, siembran especies seductoras, para
perpetuar en el mando a sus favoritos; también debe
hacerse presente cuantos vicios y tachas hayan tenido los
antiguos magistrados, exagerándolas en la más
debida forma.

2ª En esta inteligencia, todas las representaciones
de los cabildos, bajo éstas y otras circunstancias de las
cuales se les instruirá, deben ser todas unánimes y
conformes en el sentido literal de sus contenidos, con la
diferencia de las circunstancias que cada una de ellas tengan que
añadir con respecto a la conducta privada de sus
gobernantes, sin omitir de instruir igualmente a todos los
cabildos de los papeles públicos que Liniers y Cisneros
dieron a luz, en los cuales se contenían aquellas
proclamas que causaron tantas agitaciones; como de todas las
referidas tramas del referido Liniers, cuando la
capitulación con los ingleses, de las circunstancias
precedidas con el emisario francés que mandó
Napoleón, y su correspondencia con éste por medio
de don Juan Perichón. En fin, debe ponerse en
práctica cuanto sea concerniente a entretener y dividir
las opiniones en la misma España y haciendo titubear y
aparentar por algún tiempo hasta que nuestras
disposiciones nos vayan poniendo a cubierto.

3ª En los mismos términos, deben todos los
cabildos hacer presente la energía y lo justo del nuevo
gobierno, el que se esmera en fomentar las artes, agricultura e
industria, para cuyo efecto se toman con la mayor actividad las
providencias, de cuyas se esperan sean muy felices sus
resultados; que igualmente se va creando un número
suficiente de tropas bajo la exacta disciplina, a fin de poner a
cubierto estos preciosos países de alguna tentativa por el
tirano de la Europa, cuyo número de ellas no bajará
de veinte a veinticinco mil hombres; que asimismo se trata del
fomento de los minerales de oro y plata, cuyos resultados
serán pruebas fidedignas, luego que se cubran los gastos
que la mutación del gobierno ha causado, mandando los
socorros que sean posibles para ayuda de la lucha contra el
tirano de la Nación.

4ª Estas y otras clases de exposiciones por
diferentes estilos, de los varios acontecimientos y casos que
favorezcan nuestras ideas, deben ser pintadas y expuestas con
viveza y energía, doradas al mismo tiempo con el sublime
don de la elocuencia, acompañadas con algunos datos y
documentos positivos, que reunidas con la unión de votos e
informes de unas tan vastas provincias, ¿qué
carácter no deben imprimir y qué fuerza no deben de
hacer un cúmulo de combinaciones con todas las
formalidades del derecho?

5ª En la misma forma y dirigidas al mismo fin, en
iguales términos, deben acompañar expedientes de
cada pueblo, informados por treinta, cincuenta o cien de los
sujetos más conocidos y condecorados, ya por sus negocios,
riqueza u otras circunstancias, a que ninguno será capaz
de negarse, cuando no hay un principio conocido y radical de
nuestro fin, cuando además el terror les obligará a
estas declaraciones, y reuniéndose todas estas
circunstancias en la forma expresada, deben mandarse por una
comisión secreta de tres hasta cinco individuos que sean
de talento, que atesoren el don de la palabra, y
últimamente que sean adornados de todas las cualidades
necesarias para que presentados a la autoridad suprema que en la
actualidad gobierna, representen con el mayor sigilo los fines de
su comisión y documentos que acompañen, y,
sorprendiéndola de esta suerte, conseguiremos que nuestros
enemigos no antepongan sus influjos y gestiones hasta que a lo
menos hayamos sido oídos, entreteniendo asimismo alguna
parte del tiempo con la diversidad de opiniones y conceptos que
formarán.

6ª Estas mismas negociaciones deben entablarse con
el mismo fin, por diferentes diputaciones, en el gabinete
inglés y portugués, para que como aliados de la
España y enemigos de la Francia, vean que llevamos por
delante el nombre de Fernando y el odio a Napoleón, para
que, junto con otras relaciones que debemos entablar en estos
gabinetes, no se nos niegue los auxilios que necesitemos sacar de
sus estados por nuestro dinero, como armas, municiones, etc., y a
lo menos que, suspendiendo el juicio mantengan una neutralidad,
cuando además, a unas distancias inmensas poco o nada
podrán labrar, ni asegurar los papeles públicos de
nuestros enemigos, compareciendo igualmente los nuestros; y
viendo que todos aborrecemos a Napoleón y confesamos a
Fernando, careciendo precisamente de conocimientos interiores en
la materia, resulta que no pueden perjudicarnos sus juicios,
respirando todos un mismo lenguaje, y hasta podrán dudar
por algún tiempo cuál sea el partido realista; no
diré que estas tramas no puedan descubrirse, pero poco
cuidado debe dársele a la Patria, si se le franquea tiempo
para ir realizando sus miras, y estorbando que la España
pueda remitir algunas tropas en la infancia de nuestro
establecimiento.

7ª También será muy del caso que
nuestra diputación, con la mayor reserva, seduzca y
atraiga de la España, algunos ofíciales extranjeros
o nacionales, que sean de talento, o facultades en alguno de los
ramos militares, fundidores o que posean algún arte de los
que carecemos y nos son muy del caso, ofreciéndoles
premios y distinciones e igualmente el viaje hasta esta
América.

En la obra anunciada también se
comprenderán algunas reflexiones acerca de las relaciones
que estos diputados deben entablar en una clase de
negociación, ya explicada en este último
artículo.

Art. 4° – En cuanto a la conducta que debemos
mantener con Portugal y la Inglaterra, como más propia, es
la siguiente:

1ª Nuestra conducta con Inglaterra y Portugal debe
ser benéfica, debemos proteger su comercio, aminorarles
los derechos, tolerarlos y preferirlos, aunque suframos algunas
extorsiones; debemos hacerles toda clase de proposiciones
benéficas y admitir las que nos hagan; igualmente debemos
proponerle a la Inglaterra un plan secreto, que daré por
separado, con consulta del Gobierno Provisional, sobre algunas
ideas, las cuales proporcionan verdaderamente ventajas que su
comercio puede sacar de estos preciosos países, las que no
puede dejar de admitir, siendo ventajosas a las conocidas ideas
de un sistema actual y a las que propenderán nuestros
medios y esfuerzos, para que mire la justicia de nuestra causa,
los fines de ella, que son los que los papeles públicos
relacionan y manifiestan, las causales que nos han movido, cuyas
son las mismas que presentan los cabildos, gobiernos e informes
de los pueblos; asimismo los bienes de la Inglaterra y Portugal
que giran en nuestras provincias deben ser sagrados, se les debe
dejar internar en lo interior de las provincias, pagando los
derechos como nacionales, después de aquellos que se
graduasen más cómodas por la introducción;
últimamente, haciendo sacrificios, debemos atraernos y
ganar las voluntades de los ministros de las cortes aunque sea a
costa del oro y de la plata, que es quien todo lo
facilita.

2ª Persuadidos de que Portugal, por los distintos
intereses que le ligan con la Corona de España, tanto por
la unión y alianza presente, el parentesco con Fernando, y
los derechos que tienen sus sucesores a aquella corona, cuyas
gestiones a esta América son bien notorias por la
señora princesa Su alteza Real Doña Carlota
Joaquina de Borbón, hechas por su agente o enviado don
Felipe Contucci,, es consiguiente que empeñada la plaza de
Montevideo y puesta en apuros, se den, a esfuerzos de dicha
señora, los socorros de tropas y demás necesario, y
a pesar de las disposiciones que podamos poner en práctica
para estorbarlo, no debemos dudar se den aquellos auxilios; y en
este caso es preciso usar de toda la fuerza de la estratagema y
el ardid para los diferentes fines, y antes que las tropas
lleguen, no debemos omitir tocar todos los resortes que sean
posibles en la corte de Brasil, con los primeros magistrados y
principalmente con el embajador inglés.

3ª En esta suposición, en primer lugar,
debemos ganarnos las voluntades con dádivas, ofertas y
promesas de los primeros resortes inmediatos al gobierno de
Montevideo, porque, como legos que son sus gobernantes, y que en
nada proceden, ni deliberan sin asesores, secretarios, y
consultores, éstos con su influjo, pareceres y consejos,
empleando toda su fuerza con una política refinada, le
harán concebir al gobierno con las instrucciones que
reservadamente le enviemos, luego de asegurar su influjo: que
Portugal procede de mala fe, que se mire a los antecedentes de
las reclamaciones que la señora princesa tiene hechas, no
sólo a la Capital de Buenos Aires, sino a la corte de
España con relación a sus derechos; que asimismo se
premediten a fondo los autos y antecedentes remitidos por el
embajador Casa Irujo; de suerte que, reunidas todas estas
circunstancias unas con otras y demás datos que al mismo
tiempo daremos nosotros por separado, le inclinamos, cuando la
plaza no se hubiese rendido ya, y los portugueses nos apurasen, a
que tratemos de un armisticio o composición; y
últimamente el fin es que nuestros influjos, exposiciones
y dinero proporcionen enredar al gobierno de Montevideo con el
gabinete de Portugal, por medio de sus mismos alegatos,
indisponiendo los ánimos de ambos con las tramas e
intrigas, que éstas aquí no pueden figurarse,
porque además que son susceptibles de variar con los
acontecimientos que vayan sucediendo, sería excusado
exponer algunas de ellas; pues el resultado es que a costa de
proposiciones ventajosas y sacrificios del oro y la plata, no
dudemos que guiadas las cosas por el embajador inglés, que
es el resorte más esencial y principal que gobierna y
dirige, por sus respetos, las operaciones del gabinete del
Brasil, alcancemos cuanto queramos.

4ª Los movimientos de las tropas, que según
tenemos noticias extensas, han de moverse de San Pablo,
Río Pardo, y demás del Río Grande, en
principios o fines de octubre, bajo la dirección del
Capitán General de la Capitanía de Río
Grande del Sud, don Diego de Souza, nos aseguran que tienen
algunos fines, y que nuestros cálculos por los informes no
pueden fallar, y, cuando llegasen probablemente a verificarse,
debemos también con antelación tomar todas las
medidas conducentes a lo menos para entretener la morosidad de
sus jornadas, valiéndonos de quitarles todo auxilio de
caballadas, ganados, carretas y demás que puedan ayudarles
a la rapidez de sus marchas.

Consiguientemente, según las noticias radicadas
que tenemos por los agentes, y sujetos de nuestra parcialidad, en
aquellos destinos de Río Grande, sobre la conducta
corrompida del tal Souza, según cada uno la pinta
indistintamente, como si todos de mancomún acuerdo
hubieran uniformado sus pareceres, nos dan margen a darles el
mayor ascenso, que el dicho Souza es, como nos dicen, lleno de
vicios, mal visto de todos, adusto y de poco concepto
público, venal escandaloso, apegado al interés y al
negocio; de suerte que un hombre de estos principios no sirve
sino para descontentar los ánimos y hacer infructuosas las
más de las veces las diligencias de sus tareas, y por de
contado un carácter como éste, es para todo y capaz
de todo; por el oro y otras consideraciones que se tengan con
él, cuando no en el todo de nuestras intenciones, lo
podemos atraer, a lo menos en alguna parte que nos sea ventajosa,
concurriendo igualmente las circunstancias del crédito que
tiene y goza en la corte con los primeros ejes de aquella
monarquía, cuyos motivos le amplían y franquean
todo procedimiento que pueda usar bajo la garantía que
disfruta, por la que y con sus informes como jefe del
ejército, los que deben ser atendidos, por la confianza
que de él se haga, pueden ser causales, y de las
más principales, para coadyuvar a las miras de nuestros
intentos, cerca de nuestras reflexiones.

5ª Últimamente, cuando hay poca esperanza de
éxito de un negocio es máxima de los más
grandes talentos arrojarse a una deliberación la
más arriesgada; y en esta inteligencia debemos proponer a
la Inglaterra que, para que mantenga su neutralidad y la corte
del Brasil abandone la causa de Montevideo, la persuada con
pretextos que se hacen a su autoridad y respetos, por
algún gobierno de Montevideo (que un gran talento
acompañado de dignidad y concepto, es capaz de hacerse
concebir semejantes ideas) que igualmente, con reserva y sigilo,
se nos franquee por la corte de Inglaterra los auxilios de
armamentos, y demás necesarios por los justos precios; que
bajo el respeto de su bandera se conduzcan nuestros diputados a
los parajes de ultramar donde se les destine; asimismo siempre
que por el Río de la Plata tengan nuestros diputados o
comisionados que desempeñar algunos encargos o
conducciones de municiones, armamentos o caudales de esta Capital
a la Banda Oriental; y en la misma forma cuando necesitemos sean
conducidos bajo su bandera diputados nuestros, que se dirijan a
la plaza de Montevideo con algunas proposiciones o avenencias,
mediante a que nosotros no tenemos marina alguna, y nuestros
enemigos tienen inundado todo el Río de la

Plata y sus canales infinidad de buques, los que
pudieran las más de las veces interceptarnos nuestros
recursos; y ésta bajo la protección de un disimulo
político.

6ª En la misma forma debemos solicitar de la
Inglaterra, transando la cuestión por principios
combinados, que declare públicamente aquel gabinete que
por ningún pretexto se halla obligado a aquella corte, a
pesar de la liga ofensiva y defensiva, contra el tirano de la
Europa, a sostener en las disensiones domésticas una
parte, o partes de la monarquía española, contra
otras de la misma, por diferencias de opiniones, del modo
cómo deben ser reglados sus respectivos gobiernos, siempre
que no desconozcan a Fernando, y al mismo tiempo acrediten por
obras y palabras el odio al tirano de la Francia.

7ª Y en consecuencia de las varias exposiciones
propuestas, benéficas y ventajosas, que nuestros agentes
deben entablar en aquel gabinete, como un tratado reservado
debemos proponerle también, y obligándonos en toda
forma, a que siempre que la España quedase subyugada por
la Francia, y aun cuando no la subyugase (cuyo caso está
muy remoto por las apariencias) y aquel gabinete nos protegiese
reservadamente, con los auxilios y demás circunstancias
que graduemos, para el efecto de realizar nuestra independencia,
haremos entonces una alianza ofensiva y defensiva,
protegiéndonos mutuamente en aquellas circunstancias con
toda clase de auxilios, y ésta a lo menos por el
término de veinte a veinticinco años; por
condiciones que entonces se tratarán entre ambos
gabinetes, bajo un acomodamiento o proposiciones más
adecuadas, propias y benéficas a los intereses de ambas
naciones, haciéndole al mismo tiempo señor de la
isla de Martín García, cuyo plano debe mandarse
sacar con todas las circunstancias de su magnitud interior,
extensiones, aguas, frutos y calidad de su temperamento y puerto;
para que, poblándola como una pequeña colonia y
puerto franco a su comercio, disfrute de ella como reconocimiento
de gratitud a la alianza y protección que nos hubiese
dispensado en los apuros de nuestras necesidades y
conflictos.

Art. 5°- En cuanto a las comisiones que deben
entablarse por nuestros agentes en lo interior y demás
provincias dependientes de este gobierno, para
consolidación de nuestro sistema, son las
siguientes:

1ª En cuanto a este artículo, creo que tengo
dado ya algunas ideas de los fines y comisiones que nuestros
agentes deben desempeñar en lo interior de las provincias
del Virreinato, pero añadiré que, como sus
comisiones en los pueblos que estén a nuestra
devoción no necesitan ser ocultas, aun cuando algunos de
sus fines lo sean, deben observar éstos, con
particularidad y atención, la conducta de los nuevos
gobernantes y empleados, como la opinión del
público, con lo demás que sea del caso poner en la
noticia del Gobierno, para su inteligencia y deliberaciones,
reservando aquellos puntos en que se les instruya por separado en
las instrucciones secretas o públicas; al mismo tiempo
supliendo con su energía y talento la falta de imprentas
en aquellos pueblos, circulando por papeles manuscritos algunos
periódicos alusivos al sistema, a fin de que con esta
política se atraiga con la nueva doctrina, y se excite a
sus habitantes a abrazar deliberadamente la causa de la libertad
de la Patria; estos agentes necesitan ser hombres de algún
talento, ilustración e instruidos en las historias, y que
juntamente atesoren el sublime y raro don de la elocuencia y
persuasiva, y además adornados de cualidades y
circunstancias que los caractericen, para que se forme concepto y
respeto de su persona; y a éstos se les debe pasar estas
especulaciones.

2ª En los pueblos enemigos que aún no
hubieren sucumbido, donde tengan que mantenerse bajo el pie de
unos simples comerciantes, será de su conato, siempre que
haya ocasión, participar todos los resultados (sin
comprometerse a sí ni a ninguno) de aquellas comisiones
ocultas que se les confiera por medio de las instrucciones que se
les dé, pero como los acasos son derivados unos de otros,
después de algunas reflexiones generales que tengo ya
hechas, no me es posible proponer los que las ocasiones deben
facilitar.

Art. 6°- En cuanto a los arbitrios que deben
adoptarse para fomentar los fondos públicos luego que el
Perú y demás interior del Virreinato sucumban, para
los gastos de nuestra guerra, y demás emprendimientos,
como igualmente para la creación de fábricas e
ingenios, y otras cualesquiera industrias, navegación,
agricultura, y demás, son los siguientes:

1ª Entremos por principios combinados, para
desenvolver que el mejor gobierno, forma y costumbre de una
nación es aquel que hace feliz mayor número de
individuos; y que la mejor forma y costumbres son aquellas que
adopta el mismo número, formando el mejor concepto de su
sistema; igualmente es máxima aprobada, y discutida por
los mejores filósofos y grandes políticos, que las
fortunas agigantadas en pocos individuos, a proporción de
lo grande de un estado, no sólo son perniciosas, sino que
sirven de ruina a la sociedad civil, cuando no solamente con su
poder absorben el jugo de todos los ramos de un estado, sino
cuando también en nada remedian las grandes necesidades de
los infinitos miembros de la sociedad; demostrándose con
una reunión de aguas estancadas, cuyas no ofrecen otras
producciones sino para algún terreno que ocupan, pero si
corriendo rápidamente su curso bañasen todas las
partes de una a otra, no habría un solo individuo que no
las disfrutase, sacando la utilidad que le proporcionase la
subsistencia política, sin menoscabo y
perjuicio.

2ª También sentaré el principio, para
después deducir, que cuando se proyecta una
negociación reflexionando su origen, medios y fines, e
igualmente combinando sus resultados bajo de datos positivos
comprobados, de cuyos cálculos resulta evidentemente una
cierta y segura utilidad, sería un entendimiento animado
de la torpeza, aquel a quien proporcionándosele todos los
recursos necesarios para una empresa semejante, no la emprendiese
por falta de ánimo y nimiedad de espíritu, y en
consecuencia de ambos axiomas, contestando a la primera
proposición digo:

¿Qué obstáculos deben impedir al
Gobierno, luego de consolidarse el Estado sobre bases fijas y
estables, para no adoptar unas providencias que aun cuando
parecen duras en una pequeña parte de individuos, por la
extorsión, que pueda causarse a cinco o seis mil mineros,
aparecen después las ventajas públicas que resultan
con la fomentación de las fábricas, artes, ingenios
y demás establecimientos en favor del Estado y de los
individuos que las ocupan en sus trabajos?

Partes: 1, 2, 3
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